Cuerpo, afectos y performance
Propuesta realizada en colaboración del Centro de Cultura Digital
Zona de Protección Centro Femenil de Readaptación, Santa Martha Acatitla. Ciudad de México. Agosto-Septiembre 2019.
La reflexión a través del trabajo sensible con el cuerpo y nuestros sentidos prepara el terreno para la experiencia significativa, que sucede a través de la performance. Detectar la comunicación violenta en nuestras vidas para movernos de lugar a través de un acompañamiento respetuoso y de la práctica de los cuidados, es una de nuestras tareas con los grupos de personas en reclusión.
Tener una fuerte depresión, y estar enojadas, es común en los castigos de mujeres que se encuentran en prisión. Estar aisladas, y no poder moverte más que en un pequeño espacio ocasiona una serie de malestares emocionales, y físicos. Cuando llegamos La Lleca a la zona de castigo, les contamos que es aquello que nos mueve para estar con ellas. Es a través de nuestra propia historia (cómo un método para compartir en grupos complejos) que hacemos el primer puente para reconocernos semejantes a ellas, con sus resistencias, rebeldías y malestares. De inmediato pasamos a los ejercicios de respiración para poder estar en el presente y concentrarnos en el viaje que iniciaremos. Posteriormente nos conectamos a través de la energía y de varios juegos con el cuerpo, y algunos con la palabra, el sonido, y el movimiento.
Los cuidados están siempre presentes, y posibilitan una atmósfera de respeto y expresión importante para que ocurran los actos performativos, y mágicos, detonantes de sentires y pensares que nos llevan juntas a la reflexión y a la profundidad de nuestra alma.
Sentimos mis compañeras y yo al principio de la sesión, la dureza de quienes desconfían de personas extrañas, pero nos desnudarnos con nuestras propias historias, y mostramos la alegría de estar con ellas después de una serie de negociaciones, haciendo posible ese momento de mirarlas y de poder abrazarlas. Convertir el encierro en otra realidad es nuestra gran ilusión y se los hicimos saber.
El enojo en los cuerpos de las compañeras, era el primero de los conflictos, y una de las problemáticas; la desconexión afectiva entre ellas por sus malestares y diferencias.
Fue también el deseo de llevarlas con nosotras a otros lugares, y la rabia de la injusticia, lo que hizo que en aquella sesión inventáramos unas partituras con unas preguntas sobre nuestras emociones, y que respondiéramos sobre la intensidad de lo que sentíamos con rayas cortas, y círculos que se convertirían en sonidos provocados por pequeñas piedras que golpeábamos contra los barrotes.
Colocamos las únicas sillas que teníamos en forma de vagones de un tren, mirando hacia la puerta de la celda, pegamos cada una nuestra partitura en los barrotes que teníamos a nuestra derecha, para verlas, mientras hacíamos la impetuosa interpretación.
La otra acción que es una de sus preferidas, y que nos contaron, que en algunos momentos la hacen cuando no estamos, es la de “El sonido del afecto”, donde paradas, y derechas, después de hacer respiraciones para sacar un mejor sonido, colocamos nuestra boca entre dos barrotes, y sacamos el sonido hacia una celda vacía y cerrada. Lo hacemos con diferentes ritmos, repeticiones e intensidades, vamos gritando palabras; nuestro nombre, nombres de las compañeras, nuestro color preferido, y conceptos que trabajamos como solidaridad, fuerza, alegría, tejido, y por supuesto; “justicia”.
Poder gritar, hacernos cómplices, reflexionar juntas, decirnos secretos, hicieron posible el sonido del gozo entre nosotras.